viernes, diciembre 22, 2006

Muñecos infernales. Tod Browning. 1936


Tod Browning no fue un director de una sola película. Aunque es generalmente conocido por la mayoría por ser el creador de Freaks (La parada de los monstruos) allá por 1932 y sobre todo Drácula en 1931, con Bela Lugosi, ya digo que tiene otras obras reseñables.
Una de esas cintas es esta (The devil-doll) que en un comienzo se llamó The witch of Timbuctoo, escrita íntegramente por él.
Aunque parezca increíble, Browning no triunfó ni con Drácula ni con Freaks. Con la primera, la Universal no quedó conforme debido a Bela Lugosi y a inconsistencias de guión, mientras que con la segunda las críticas fueron terribles y echaron abajo la carrera del director.
Fue a mediados de los años 20 cuando le llega el verdadero éxito, tras reponerse de una depresión, el abandono de su mujer y el alcoholismo, firma con MGM y tras The day of faith, se marca The unholy three (El trío fantástico), un éxito que se repetiría en un remake sonoro en 1930 con los mismos actores (esta sería la única aparición sonora de Lon Chaney).
Así, se producirían una serie de éxitos a finales de los años 20 como Garras humanas, una historia magistral sobre un triángulo amoroso entre personajes de circo, contada en escasos 70 minutos.
Y tras ello, como he dicho, el fracaso sobrevendría con lo que ahora se consideran sus grandes obras.
Se podría decir que esta película es la última junto con Milagros en venta, tras lo cual se retiraría a una casita en Malibú, donde en 1942 moriría su esposa y él se sumiría en la depresión y el cáncer hasta el final de su vida.

Sobre el film decir que cuenta la historia de un banquero que escapa de una cárcel en la isla del diablo, donde ha sido enviado por las falsas acusaciones de tres antiguos socios suyos. Obviamente, lo que busca es la venganza, y también recuperar el amor de una hija que siempre le odió por algo que no hizo.
Gracias a un amigo, descubre una pócima que permite reducir a los seres de tamaño y poseerlos como esclavos, y es ahí donde comienza su venganza.
Podría decirse que esta historia es algo así como la versión freak de El conde de Montecristo que ya escribiera Dumas.

Los actores rozan la sobreactuación y los maquillajes son algo estridentes, pero ver efectos especiales como estos, en la época en la que están rodados tiene su mérito y su belleza. Cuando vi esta película, acto seguido me puse a ver El increíble hombre menguante, de Jack Arnold (1951), que repetiría una fórmula parecida, encumbrada dentro de la serie B de la época. La comparación es odiosa, pero he de decir que la de Arnold es bastante más aburrida que la de Browning. No me refiero a que los argumentos se asemejen, sino a que Muñecos infernales tiene una trama creciente en la que la disminución de los personajes es un gag técnico, mientras que la de Jack Arnold se basa únicamente en el recurso cinematográfico y no aporta mucho más, pues no saca partido del rechazo social que el ser ha de soportar ni de las relaciones con su esposa cuando ya es diminuto (guiño cinéfilo que brinda Almodóvar en Hable con ella y que me parece magnífico. Cuando un Fele Martínez diminuto se cuela en la vagina de su amada).

Es una película recomendable con alguna simpleza típica de Browning, como el uso de tópicos o las caracterizaciones chuscas, pero que entretiene muchísimo, es breve y cuenta una historia de traición, venganza y amor paternal, en la que hay disfraces, esclavos diminutos, robos, asesinatos y finales depresivos.

Valoración: 8